miércoles, 1 de septiembre de 2010

COMENTARIO SOBRE “LA PASAJERA”, DE PERLA SUEZ

Esta “nouvelle” presenta varios mensajes en código a desentrañar. El primero está en la
contradicción entre la propuesta de escritura y el marco de la misma. Es una novela en
actos y cuadros. ¿Qué nos quiere decir la escritora con este planteo? Tal vez sea un guiño
para decirnos que va a hablar de “actos” de ciertos personajes que son uno y son muchos.
Los pintará en pocas líneas, dialogadas en su mayoría, como si fuesen cuadros y escenas.
Otro aspecto del texto que creo pertinente destacar, son las relaciones humanas que la au-
tora describecomo relaciones por jerarquía, por escalafón:
1º el almirante
2º la señora, esposa del almirante
3º Tránsito, la sirvienta
4º Lucía, la cocinera
5º Ortiz, el chofer
Cuando el almirante habla, decreta. Su esposa siempre está en un segundo plano, en un
ámbito acotado de queja, cuidados y silencio. Tránsito “transita” de arriba abajo sin poder
encontrar “su” lugar. Lucía intenta borrar el pasado, acepta la cocina como “su” lugar, sin
cuestionamientos; no entiende los vaivenes de Tránsito. Ortiz se acomoda para pasarla lo
mejor posible en donde le toque estar.
El nombre de Tránsito, que es la hija de una pasajera que la abandona en el baño de la es-
tación de tren del pueblo, es la protagonista y pasajera en la historia. No tiene raíces y no
encuentra su identidad porque se la ocultaron y porque no desea conocerla. Se identifica
con la señora, la imita, la envidia, la ama y la odia. Busca un padre y una madre, desea ser
la preferida, la primogénita. Esta pantanosa plataforma de despegue la hace ir a la deriva
hasta buscar finalmente el agua que la lleve a su origen. Esta clave está en el epígrafe de
Juan L. Ortiz -a quien la autora recuerda en el apellido del chofer que es quien “ con-
duce”.
La marcada ausencia de amor en todo el texto nos habla de un territorio yermo en el que
lo único que puede crecer es la muerte, como sucede en el proyecto de Lucía y Ortiz. No
piensan en casarse y hacer una vida juntos sino en morir allí, no en las islas. Por eso se
compraron nichos antes que el ajuar.
La estratificación social, dada en el color blanco de la señora y en el color negro de su
criada, nos habla de un pueblo discriminador, en el que el ascenso social, la movilidad
social es trabajosa y lenta.
El trasfondo político de los años setenta está apenas aludido en los “falcon”, “el Beagle”,
y en que hay que limpiar a los de “adentro” y a los de “afuera”.
La inexistencia de una comunidad con un proyecto de Nación, hace que el texto tenga la
Desolación de un espacio que recuerda el ambiente que se respiraba en Europa en los
Últimos tiempos del fascismo, con el agravante de la estratificación social propia de latino
América, que se hace más patente en un territorio del interior.
La escritora logra transmitir todo lo que pasa y lo que estaba pasando con una economía
de palabras. Su recurso más notable es el despojo y la austeridad de la prosa. Logra in-
teresar el vacío de ese período como una puñalada que muestra la purulencia de nuestra
Historia, nunca cabalmente pensada para evitar que se repita.

Norma María Francomano

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